lunes, 1 de agosto de 2022

Lenguaje inclusivo: Desdiciéndome a mí mismo

Hace tiempo publiqué el post titulado Estupideces semánticas. La idea principal de dicho post es la poca inteligencia que (en el momento en que lo escribí) veía en la redundancia semántica que algunas personas, feministas, sugieren al hablar.

Han pasado ya muchos meses y ahora pienso que esa redundancia no es del todo algo malo. Así que quiero plantear una idea en la que me desdigo (en parte) de lo que escribí antes.

Crestomatía: https://socialdigital.iadb.org/sites/default/files/2021-06/Blog-lenduaje-inclusivo.png
Crestomatía: https://socialdigital.iadb.org/sites/default/files/2021-06/Blog-lenduaje-inclusivo.png

Cuando escribí ese post, aún no nacía el lenguaje inclusivo extremo, ya saben ustedes, aquel que invita a referirse a todes en vez de a todos, o ha decir compañeres en vez de compañeros.

En lo personal, me niego a hablar así, porque en el cuerpo del español actual no existen esas formas (todes, compañeres, etc), por lo que no son formas correctas de español. Pero veamos, una lengua no es una cosa muerta, es un ente vivo que se transforma todo el tiempo; por ejemplo, antes, hace unos 500 años, la palabra ahora no se escribía así, sino así: agora, y como ésta hay muchas palabras que hoy se consideran incorrectas y/o vulgares pero que en su momento pertenecían a un vocabulario correcto (léanse una versión vieja de cualquier obra en español antiguo, como La historia verdadera de la conquista de la nueva España de Bernal Días del Castillo, o el Don Quijote, y encontrarán muchos anacronismos como el que menciono). En este sentido, si el lenguaje inclusivo, que hoy es una moda, llega a modificar la lengua tanto como para que se considere la forma correcta de hablar el español, entonces, en ese momento, yo hablaré así y defenderé el lenguaje inclusivo a ultranza, tal como lo hago hoy con la forma correcta de hablar el español (que no incluye amigues ni compañeres).

Pero, siempre hay un pero, hoy día los movimientos feministas en el mundo sobre el valor de la mujer en sociedad y del respeto que merece, están totalmente en la agenda pública. Por todos lados se oye hablar de los derechos de la mujer a vivir sin violencia, de la igualdad entre mujer y hombre, etc. El tema es que ese respeto e igualdad son razonables, y no van a darse efectivamente si no nos movemos todos al unísono, si no aceptamos cambiar incluso las cosas más insignificantes de nuestra cultura relacionadas con este tema, como, así lo considero, el caso del lenguaje inclusivo extremo. La palabra todos incluye a todas y a todos, hombres y mujeres, sí, pero a pesar que esta redundancia sea chocante y, en lo personal, me niegue a usarla, tal redundancia apoya ese fin mayor de visibilización de la mujer.

En este sentido me desdigo, porque entiendo el papel que juega la redundancia. Y yo mismo hablaré así cuando deje de ser una moda y se convierta en un modo válido y correcto del español.